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Donde los milagros comienzan con un suave “miau”…

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En una casa llena de luz, en pleno corazón de Viena, crecen nuestros gatitos Ragdoll.
Pero no crecen solos ni por casualidad.
Aquí hay estructura, genética de primera…
Y sobre todo: mucho amor y espacio para ronronear.

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Vienen de lo mejorcito.

Nuestros gatos de cría son Ragdolls de pura raza, con líneas que cruzan toda Europa.
En sus árboles genealógicos hay campeones del mundo (sí, literalmente).
Pero lo que más brilla…
Es su carácter: tranquilos, dulces, cariñosos.
Como si la ternura viniera de serie.

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¿Nuestro objetivo?

Que sigan siendo así.
Y que cada generación sea aún más suave, más dulce, más Ragdoll que nunca.

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Aquí los gatitos no crecen en vitrinas.

Crecen entre niños, risas, juguetes por el suelo y el sonido del aspirador los domingos.
Viven el día a día como parte de la familia.
Conocen los ruidos, los brazos, los abrazos.

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Y sí:

Saben usar el arenero.
Se portan bien (¡hasta en la bañera!).
Y ya tienen sus sitios favoritos:
el sofá, la cama…
o directamente tu pecho.

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Observamos a cada uno con lupa (de amor).

Sabemos quién es el aventurero que explora todo sin miedo,
y quién es más filósofo, mirando desde lejos con mirada de sabio.
Así podemos ayudarte a encontrar el gatito que encaje con tu familia.
Quizás sea ese peluchito que ronronea con solo mirarlo.
O esa pensadora que analiza el mundo antes de lanzarse al juego.

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Sus ojos…

Azules. Pero no azules cualquiera.
Azules como el cielo vienés en agosto.

Su pelo semilargo es como tocar un conejo de algodón,
casi sin subpelo, suave y ligero.
Y por dentro: un cuerpo fuerte, armonioso, como debe tener un verdadero Ragdoll.

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Criamos con cabeza.

Con los más altos estándares.
Pero sobre todo: con el corazón.
Porque criar no es un negocio.
Es una responsabilidad, una entrega.
Y también…
un pequeño momento de magia,
cuando un minipeludo ronronea por primera vez entre tus manos.

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